martes, 5 de febrero de 2008

PATRIMONIO, COMUNIDAD Y PARTICIPACION

PATRIMONIO, COMUNIDAD Y PARTICIPACIÓN. [1]

LA PARTICIPACIÓN COMUNITARIA COMO CENTRO DEL ESCENARIO

Dentro de los más recientes planteamientos en torno al tema de la cultura, el papel social que esta representa dentro de la dinámica de la sociedad, ha convertido al individuo común en el eje

fundamental de toda su producción creativa, lo que implica que las políticas, estrategias, proyectos y declaraciones, asuman la participación comunitaria como problema imprescindible en el abordaje de sus realidades.
En la década de los 90´ se produce un cambio sobre la reflexibilidad humana, su naturaleza y su espiritualidad como principio de la comunidad global. La cultura como parte de la cotidianidad se involucra en escenarios múltiples, donde la práctica social se incluye dentro de los procesos de decisión y los procesos de desarrollo.
Los organismos de cooperación internacionales, regionales, sub-regionales y nacionales en su mayoría incluyen dentro de sus políticas el hecho de la participación comunitaria.[2] Las demandas continuas de las poblaciones en participar, han producido cambios dentro de los esquemas políticos; los procesos de descentralización, son parte también de esa necesidad de ampliar las posibilidades de participación de manera individual, colectiva y geográfica, por lo que tiene hoy en día una legitimidad política sobre la base del ideal democrático.[3]
Fuentes del Banco Mundial demuestran que “la participación no debe limitarse a algunas etapas del proyecto”, esta debe estar presente en cada ciclo del mismo, lo que garantiza la efectividad de este, además que genera la elevación de la autoestima individual y colectiva, “fuerza de enormes potencialidades”.

LAS CARTAS INTERNACIONALES DE CONSERVACIÓN Y LA PARTICIPACIÓN COMUNITARIA

Con el espíritu y los valores de la Carta de Venecia (1964), se desarrollan la mayor parte de los principios de conservación y restauración del patrimonio construido. En la evolución de estos tratados, se puede observar como el sentido social de la restauración siempre ha estado presente y como en el transcurrir de los años, la experiencia participativa de las comunidades se ha ido amalgamando a la realidad histórico-social del momento.

En la Declaratoria de Amsterdam (1975), dentro del manejo del concepto del patrimonio construido como parte del patrimonio cultural, especifica que la responsabilidad de la conservación está sobre las autoridades locales y llama a la participación ciudadana como parte interesada de los planes de conservación.

Los problemas sociales y la conservación integral deben progresar de manera simultánea con sus referencias de escalas de valores. Los intereses culturales de un pueblo se deben considerar como parte del beneficio social.

En la Carta Internacional para la Conservación de Poblaciones y Áreas Urbanas Históricas , del ICOMOS (1987), el tema de la participación se profundiza y sé específica más directamente al acotar que la actuación de las comunidades es imprescindible en la conservación de las áreas históricas, por ser sus habitantes los protagonistas esenciales del proceso. En tal sentido proponen incorporar programas informativos desde la edad escolar. En su Artículo 3 dice: “La participación y el compromiso de los habitantes son imprescindibles para conseguir la conservación de la población o áreas urbana histórica y deben ser estimuladas. No se debe olvidar que dicha conservación concierne en primer lugar a sus habitantes.”, y su Artículo 15. reza: “Para asegurar la participación activa e implicar a sus habitantes, se debe realizar un programa de información desde la edad escolar. Deberán facilitarse las acciones de las asociaciones para la conservación y adoptarse las medidas financieras apropiadas para asegurar la conservación y restauración.

En la última carta sobre Principios para la Conservación y Restauración del Patrimonio Construido de la convención de CRACOVIA (2000), la presencia de las comunidades forma parte del eje central del documento. Afirma como principio que son las comunidades las responsables de la identificación del patrimonio y de la gestión de este, situación que ya no recae solamente sobre el juicio crítico de los expertos profesionales y autoridades. Se hacen señalamientos sobre conceptos intangibles como el de la “memoria colectiva”, que implican la necesidad de conservar los valores propios de su patrimonio.

“La pluralidad social implica una gran diversidad en los conceptos de patrimonio concebidos por la comunidad entera; al mismo tiempo los instrumentos y métodos desarrollados para la preservación correcta deben ser adecuados a la situación cambiante actual, que es sujeto de un proceso de evolución continua. (...)” (AA.VV. 2000).

La formación y la educación en el área del patrimonio es otro de los puntos resultantes del texto. Se propone la incorporación de planes formativos en los sistemas educativos nacionales en todos sus niveles, sobre cuestiones de patrimonio cultural, como mecanismo de integración de las comunidades en el reconocimiento de su patrimonio cultural, sosteniendo que estas deben exigir su participación activa dentro de los proyectos de restauración.

INDIVIDUO Y PARTICIPACIÓN

Como parte de los designios de la cultura del hombre moderno, se evidencia la individualización del ser, aunque la propia historia nos demuestra como el individuo en sus momentos cumbre de emancipación a logrado sus objetivos a través de los esfuerzos colectivos. “Participar hace a la naturaleza del ser humano. La participación eleva la dignidad del hombre y le abre posibilidades de desarrollo y realización”.[4]

En la medida que el individuo se siente tomado en cuenta sobre los procesos que se desarrollan en su entorno, sean políticos, económicos o sociales, en esa misma medida él podrá participar objetivamente en estos. La educación no formal es la herramienta más eficaz para potencializar a los actores de la participación dentro de los escenarios de acción donde se involucren. El acceso a la información y al conocimiento ofrece mejores oportunidades de equidad en la dinámica del desarrollo, una mayor socialización puede cambiar el rumbo, el pensamiento de todos los miembros de una sociedad.

La participación individual genera la participación colectiva, siendo esta un derecho inalienable del hombre y su comunidad, es parte de los Derechos Humanos, frecuentemente silenciado. “La participación es un fin en sí mismo”.

En la actualidad los actores sociales son capaces de intervenir en los espacios públicos, con derecho a tener derechos, donde las identidades culturales se reafirman y son esencia de la capacidad integradora de la modernidad con todo y la diversidad cultural manifiesta.

GESTIÓN DEL PATRIMONIO Y PARTICIPACIÓN

El siglo XXI nos exige un cambio sobre la eficiencia de las organizaciones. La gerencia de calidad, con la organización, control de normas y procesos de funcionamiento garantizaban la eficiencia, pero la vanguardia de la gerencia debe actuar de manera “inteligente”. La organización solo puede ser generada operando a través de equipos de trabajo, que aprenden, innovan, se adaptan y buscan caminos para construir.

La transparencia de las acciones y la confianza son elementos deseados para la gestión del patrimonio en la actualidad, por lo que la participación es un arma de mediación para mantener o superar el rendimiento.[5]

Sin embargo en los hechos, la participación comunitaria demuestra severas resistencias, tanto por parte de quienes conducen los programas por crear expectativas falsas o por parte de las comunidades mismas por falta de estímulo o interés en la participación, creada por las frustraciones o desconocimiento de los procesos.

Otro punto importante a destacar es el de la necesidad de sustentabilidad de los procesos. Las actividades para lograr las metas de un proyecto se deben desarrollar de tal modo que luego de terminada la participación del organismo responsable, la comunidad quede con las bases, el estímulo y la capacitación para seguir sosteniendo el producto. En tal sentido se debe pensar en una efectividad no solo a corto plazo, sino también en una efectividad suscrita a mediano y largo
plazo, así implique inversiones mayores de tiempo y dinero en su fase inicial, a lo que se refiere en involucrar a las comunidades dentro de los procesos. La relación costo/valor, no solo se puede ver desde el punto de vista economicista, este tipo de participación genera productos como el ascenso de la autoestima y la confianza en las fuerzas de la comunidad, como responsabilidad compartida y valores para su organización.

La comunidad para la cual se promueve un trabajo, nunca debe subestimarse. Por lo general los sectores directivos y los profesionales tienen una concepción desvalorizadora acerca de las capacidades de las comunidades para entender los problemas que los circundan. Las comunidades tienen algo sumamente valioso, que lo denominaremos “capital social”, reforzado este por valores compartidos, cultura, tradiciones, sabiduría acumulada, redes de organización, expectativas de comportamiento, etc. Movilizar este capital social es el reto, ya que este capital es el único que aumenta con su uso, no se deprecia.

[1] Estas reflexiones fueron elaboradas como trabajo final para el taller “PATRIMONIO MODERNO” dictado por el Prof. Lorenzo González y organizado por la Coordinación de Postgrado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV. Posteriormente en febrero de 2002, fue presentado como ponencia en el I Encuentro Cultural de las Américas, realizado en Ciudad Bolívar. (VELASCO 2002)

[2] Entre ellos el Banco Mundial publicó el 1996 un libro “maestro” sobre la participación, donde señala que ” las personas afectadas por intervenciones para el desarrollo deben ser incluidas en los procesos de decisión”. (...) El BID editó en 1997 el Libro de Consulta sobre participación. En su introducción se afirma que “la participación no es simplemente una idea sino una nueva forma de cooperación para el desarrollo en la década de 1990” (...) La OCDE (1993) reconoce que “la participación más amplia de todas las personas es el principal factor para fortalecer la cooperación para el desarrollo. El PNUD (1993) señala “la participación es un elemento esencial del desarrollo humano” y que la gente “desea avances permanentes hacia una participación total”. (KLIKSBERG 2000: 167-168)

[3] La participación tiene una legitimidad macroeconómica y gerencial. Es percibida como una alternativa con ventajas competitivas (...). , allí aparece la participación, no como “imposición de algún sector, sino como una oportunidad”. ”. (KLIKSBERG 2000: 169)

[4] El informe sobre desarrollo humano de las Naciones Unidas centrado en la participación (1993) señala: “Una participación mayor de la población no es más una vaga ideología basada en los buenos deseos de unos pocos idealistas. Se ha convertido en un imperativo, una condición de supervivencia” (KLIKSBERG 2000: 193)

[5] Peter Drucker (1993) plantea agudamente: “El líder del pasado era una persona que sabía cómo ordenar. El del futuro tiene que saber cómo preguntar” Necesita imprescindiblemente de los otros. (KLIKSBERG 2000: 181)

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